Trabajar con bebés de menos de dos años no es tarea fácil o sí, depende de cómo se mire. Si consigues estar relajado y atento a sus intereses y poderles presentar los tuyos, todo fluye, pero no siempre es fácil. Los bebés son material altamente inflamable.
Foto del taller ‘Libros en Pañales’en la biblioteca de Villalba (2008)
En la biblioteca de Mejorada hace cuatro meses que nos encontramos una vez al mes con familias con niños menores de tres años, esto incluye al hermano de Aitana que no ha hecho el mes y los tres mayores de casi 36 meses parlanchines y movedizos. Así los intereses se complican: Marina tiene debilidad por las maracas, mientras Celia está siempre pendiente de que todas queden bien guardadas cuando llegue el momento.
Después de canciones, presentaciones y saludos tenemos un momento para la lectura en ‘diadas’ (madre-hijo/a) . Normalmente llevo una selección de libros en torno a lo que estemos hablando: poesía, historias familiares, libros con agujeros… ayer la propuesta era diferente, un reto para las madres: contar un cuento sólo diciendo onomatopeyas.
El poder que estas pequeñas palabras tienen sobre los máspequeños es muy conocido. Los adultos naturalmente emitimos gorgoritos variados frente a los bebés y son muchos los meses de la primera infancia entre ‘guau, miau, pio, shhhh….’
Para emprender esta difícil tarea les presenté libros sin palabras. Cada pareja andaba leyendo a su aire y yo me puse a leer con Carlos el libro La ola. Invitamos a Aitana que estaba esperando a su madre que amamantaba a su hermano. Pronto Celia estuvo también con nosotros y también Marina. En ese momento se acercó Eric.
Suzy Lee, la ola, Barbara Fiore
Eric, uno de los mayores, es un gran lector, conocedor de la biblioteca siempre encuentra cosas más interesantes que yo en la sala infantil. Es un usuario habitual y yo venía sintiendo que me miraba como si fuera una intrusa, como si pensara: ‘Esta que nunca está, ¿qué hace hoy aquí?’ Pero ayer se sentó, y empezó justo a escuchar cuando ¡SPLAHS! toda la página se volvió azul. Celia y Aitana se pusieron de pie y saltaban como si ellas mismas estuvieran debajo del agua. Leímos el libro hasta que solo quedaba el sonido del mar.
Entonces Eric me miró y dijo ‘otra vez’ … y después de cuatro encuentros Eric y yo nos encontramos gracias a Susi Lee, y mi alegría fue inmensa. Los que todavía estaban más alejados se acercaron: Jackeline y Abi, vinieron a leer el libro de principio a fin.
El otro día mi amiga Carolina Lesa Brown me preguntaba cómo leer un libro sin palabras. Sin duda hay muchas maneras posibles pero está de sólo usar pequeñas onomatopeyas ha sido muy fructífera y sobre todo muy divertida.
Ohhhhh guauuuuuuuu!!! Muuuuaaaccc!
Querida Estrella: Que hermosa descripción de lo que pasa con los más pequeños!!! Y felicitaciones por tu encuentro poético sonoro con Eric.
La onomatopeya es tan corporal como sonora, la boca se mueve de formas distintas, ponemos caras, la lengua baila y el movimiento se hace sonoro! Es una fiesta divertida!
Ay! Me ha encantado tu reflexión!